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¿Trabajar menos para rendir más? Colombia se une al debate por la jornada laboral en América Latina

La reducción de la jornada laboral se perfila como una solución al agotamiento, la baja productividad y las brechas de equidad en la región. Pero, ¿está América Latina preparada para este cambio estructural?

Hacia un nuevo paradigma laboral: ¿menos horas, más eficiencia?

La idea de trabajar menos horas sin sacrificar productividad —e incluso potenciarla— ya no es una utopía. Países como Islandia, España, Reino Unido y Japón han demostrado que modelos de jornada reducida pueden traer beneficios económicos y sociales sustanciales. Sin embargo, en América Latina, el debate enfrenta desafíos únicos: alta informalidad, brecha digital y culturas empresariales arraigadas en el presentismo.

Colombia da el primer paso: jornada de 42 horas en 2026

Con la aprobación de la Ley 2101 de 2021 (anteriormente mencionada como Ley 2154), Colombia se suma al cambio al reducir progresivamente la jornada laboral de 48 a 42 horas semanales sin afectar el salario. El objetivo: mejorar la calidad de vida de los trabajadores y promover un entorno más productivo y equilibrado.

“Estos modelos no son una moda, sino una respuesta al agotamiento crónico y a la necesidad de humanizar el trabajo”, señala Alejandro Arévalo, cofundador de T-Mapp, firma especializada en reclutamiento ejecutivo en Colombia.

Experiencias internacionales respaldan el cambio

Entre 2022 y 2023, el piloto laboral más grande del mundo, liderado por 4 Day Week Global en Reino Unido, arrojó resultados contundentes:

  • +35% en ingresos empresariales
  • −71% en niveles de estrés
  • El 92% de las compañías decidió mantener la jornada de cuatro días.

Islandia, pionera en la materia desde 2015, opera con jornadas de 35 a 36 horas semanales sin afectar productividad, según el think tank Autonomy.

Los retos de América Latina: informalidad y tecnología

A pesar del entusiasmo, la región enfrenta una barrera estructural: la informalidad laboral, que según la OIT alcanza el 56.3% en 2024. En Colombia, esta cifra sube al 57.6%.

“Reducir la jornada sin garantizar salarios justos puede agravar las desigualdades”, advierte Arévalo.

Además, solo 34% de las empresas colombianas tiene herramientas digitales para gestionar el teletrabajo, según el Ministerio TIC. La transformación exige inversión en automatización, formación y digitalización.

¿Qué ganaría Colombia con una jornada laboral más corta?

Los beneficios potenciales son numerosos:

  • Mejora en la salud mental: el 68% de los trabajadores urbanos reportó fatiga crónica en 2024.
  • Reducción del presentismo: uno de los principales lastres de la productividad regional.
  • Equidad de género: las mujeres dedican 4.1 horas diarias más que los hombres al trabajo no remunerado, según CEPAL.

Además, se combatiría una realidad ineficiente: un colombiano trabaja 1.200 horas más al año que un alemán, pero produce tres veces menos, según el BID.

Empresas frente al cambio: ¿oportunidad o amenaza?

Según la ANDI, el 52% de las pymes en Colombia ve viable la reducción de la jornada, pero sectores como retail, manufactura y logística aún dependen de horas físicas.

“Las empresas que no inviertan en tecnología y capacitación no podrán adaptarse. La transformación va más allá de lo legal”, subraya Arévalo.

Políticas públicas y cultura organizacional: claves para la transición

Chile ofrece un ejemplo: junto a la reducción de jornada, implementó subsidios estatales para mitigar costos. En Colombia, el Ministerio de Trabajo impulsa diálogos tripartitos y formación en gestión por objetivos.

La nueva generación laboral también presiona por el cambio. Según Randstad, el 78% de los jóvenes colombianos prioriza la flexibilidad horaria sobre un salario elevado.

“En T-Mapp, el 60% de nuestro talento es menor de 35 años. Aquí, lo que importa son los resultados, no los horarios”, afirma Arévalo.

Una oportunidad histórica para reinventar el trabajo en la región

La pregunta ya no es si América Latina debe reducir su jornada laboral, sino cómo hacerlo de forma inclusiva y sostenible. Con innovación tecnológica, políticas públicas audaces y una mentalidad empresarial orientada al bienestar, la región puede trabajar mejor y vivir mejor.

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